La doula, esa gran desconocida

Este año ha sido un año de nuevas experiencias y de descubrimientos importantes en mi vida y profesión.
Soy brasileña y vivo en España desde hace ya diez años. Trabajo en el mundo de la maternidad como doula y como fisioterapeuta obstétrica y ginecológica.
Convivo con dos realidades obstétricas, la española y la brasileña.
En Brasil hay, desde hace muchos años, un movimiento fuerte en defensa de los derechos de la madre y del bebé a tener un parto y un nacimiento dignos. Allí la violencia obstétrica es elevada, los índices de cesáreas son absurdos (en las instituciones privadas hemos llegado a tener más del 90% de cesáreas). Las mujeres que quieren un parto respetado y lo más natural posible saben que es muy complicado tenerlo en una institución, tanto pública como privada, con lo cual cada vez más mujeres están optando por un parto en casa. Contratan una matrona, una doula, una pediatra, fotógrafa… a veces, hasta contratan dos doulas y dos matronas. Todo pagado de sus bolsillos. Ahí no existe la cultura de “lo paga la Seguridad Social”. Son verdaderas fortunas que nadie cuestiona ya que, si no pagas por un servicio respetuoso, sabes bien lo que te espera fuera de tu casa. Todavía nos quedan algunos pocos hospitales y casas de parto a los que recurrir, pero son poquísimos así. La mujer que se siente empoderada, contrata a los profesionales que la puedan acompañar en ese empoderamiento. Para esas mujeres, contratar a una doula es símbolo de empoderamiento. “Creo en mi poder de parir así que contrato las personas que van a proteger el ambiente donde voy a dar a luz, que me van a animar cuando me canse y crea que no pueda por el dolor. Contrataré a las personas que me hagan recordar que puedo”. Allí, ese es el pensamiento sobre la labor de la doula y también mi pensamiento como mujer y como doula.
En España la violencia obstétrica también existe, es más silenciosa y está más enmascarada con lo cual todavía se puede jugar con la suerte a la hora del parto. Es decir, el éxito del parto dependerá del profesional que te toque ese día en el hospital. Es por ello que la mujer española en ocasiones no le encuentra mucho sentido al papel de la doula.
Este año me di cuenta de que mi oficio es bastante desconocido. En constante crecimiento pero todavía desconocido por muchos.
Atendí a mujeres que sí sentían la necesidad de contratar el servicio pero que tenían el siguiente pensamiento: “Si contrato a una doula, es porque no me creo capaz de parir porque si estoy empoderada no la necesito” y por tanto “si hasta mi fecha de parto no siento que pueda parir te contrato, si me siento capaz no tiene sentido contratarte”.
Estas frases son de mujeres a las que acompañé en el embarazo de distintas maneras y con las que sigo en contacto después de sus partos. Me hicieron ver una cara de la moneda que nunca me había planteado, ni había pensado que alguien pudiera tener esa visión. Les doy las gracias por compartir sus pensamientos conmigo y mostrarme otro prisma de la situación. A raíz de esos comentarios vi la urgente necesidad de escribir sobre mi profesión. Desde mi perspectiva y mirada, por supuesto. Cada uno tiene su propia interpretación de su profesión y la comparten con el mundo a través de Internet  pero yo no. Hago mi trabajo en silencio, porque total, ya tenemos muchas opiniones en el mundo ¿verdad? Aún más por Internet.
No, ya no pienso así. No soy bloguera ni pretendo serlo, solo siento la necesidad de contar mi trabajo para que se sepa, se sienta y se viva. Para que las mujeres puedan decidir si quieren o no una doula sabiendo de qué se trata esa labor. Lo hago con todos mis respetos hacia las opiniones ya publicadas por las demás.
La definición de doula pulula por ahí en casi todas las webs sobre el tema, incluida la mía. “Una mujer que acompaña a otra mujer en el camino hacia la maternidad y la crianza”, “apoyo físico y emocional durante el embarazo, parto y posparto”…
Actualmente estoy en una fase de mi vida en la que pienso que la doula es parte de un puzzle. Del puzzle del empoderamiento de la mujer que va a parir.  Ese puzzle lo monta la mujer embarazada, que es la pieza fundamental, la que da sentido a todo. La doula no ocupa el lugar de nadie, ni de la matrona, ni del ginecólogo y mucho menos de la pareja. Ocupa su lugar de acompañante emocional. 
Pero, si tan empoderada está una ¿para qué necesita  a una doula?
Parir, podemos parir todas. Nuestro cuerpo tiene un diseño perfecto para ello. Además, nadie lo puede hacer por nosotras. Eso no quita que duela. Sí, buscar un parto natural, respetado, en casa o en un hospital, no implica que no haya dolor, ni cansancio. El trabajo de parto tiene ese nombre por algo. Tienes que currártelo, en distintos aspectos, pero lo haces tú. Somos diferentes unas de las otras. Todas tenemos una historia y hemos llegado a ser las mujeres que somos hoy por nuestra cultura y vivencias. Vivencias y culturas que nos pueden facilitar la vida a la hora de parir o generar bloqueos que nos lo pongan un poco más difícil hacerlo, pero no imposible. En muchos momentos la doula puede aportar algo pero, cuando el cansancio se adueña de ti, cuando el miedo te bloquea, en ese momento es donde reside la clave del papel de la doula.
El apoyar, el recordar que puedes, que justamente el dolor aumenta porque falta menos, ayudar a disipar la nube del miedo que a ratos te puede nublar. Tocar, acoger. Somos humanas, parir no es para seres de otro planeta, sino para mujeres de carne y hueso. Carne que duele, que tiembla, que gime, que suda, que se enrojece y que goza de placer. Carne que se abre, se transforma  y trae vida.

Para mí, de todos los factores que pueden jugar una mala pasada durante el parto, el cansancio es el que puede tirar por la borda un final feliz. El cansancio da cabida a que la mente se explaye con pensamientos de “no puedo”, de soledad y derrotismo. Si una mujer no se siente apoyada y acogida en ese momento el parto puede tomar otro rumbo.  “Pero para eso tengo a mi pareja” pensarás. Sí, la pareja puede hacer mucho por ti pero con frecuencia las parejas ven el dolor del parto como sufrimiento y eso les hace tomar decisiones bienintencionadas pero que no tienen en cuenta la fisiología del parto. El cansancio puede subyugar el juicio y la voluntad. Hay que tener en cuenta que tu pareja también estará pasando por su proceso y también tendrá sus necesidades durante el parto. Las parejas también tienen sus miedos, sus momentos difíciles, sus dudas, además de encontrarse en un doble papel bastante complicado: Por un lado sienten la emoción de recibir a un hijo, pero por el otro no pueden evitar sentir preocupación por la mujer que está pariendo. Quieren ayudar, pero pueden no saber bien cómo hacerlo. No tienen a nadie en quien apoyarse, alguien que les diga “no te preocupes” y les oriente para poder ayudar mejor a su pareja. La doula, esa presencia femenina a la que has estado conociendo durante tu embarazo, trae confort a los dos y a la nueva familia que se forma.
Sin embargo, nada de eso sería posible si la mujer no fuese capaz de parir. Mi trabajo no sería posible si no creyeses en ti misma, en tu cuerpo y en tu bebé. Con eso vuelvo al principio de este texto, contratar una doula porque crees que no eres capaz no es la respuesta. La doula no va a parir por ti, ni tampoco cargar contigo durante el parto. Estamos por detrás de ti, como mucho a tu lado, pero nunca por delante guiando tus pasos porque, entonces, no hablaríamos de empoderamiento. 
Ya he visto muchas opiniones sobre lo que es ser doula. Todas tenemos nuestros conceptos Esta es la mía, apenas la mía.
Comparto, además, las palabras del comadrón Mikel Mantxola que tiene una experiencia de cerca de 30 años en la atención al parto:
Con su experiencia y desde la intuición, la doula detecta cuando es mejor dejar espacio o acercarse, decir una palabra de aliento o mantenerse callada, mirar a los ojos o tocar suavemente, ofrecer un vaso de agua o preparar algo de comer. Su acompañamiento también facilita a la pareja sostener a la mujer e implicarse emocionalmente en el nacimiento del bebé.
A veces comento a la gestante que la doula es como una “epidural” pero sin efectos secundarios.
Fuente: Asociación Española de Doulas.
Foto de uno de mis acompañamientos en Madrid. Para mi, una imagen de lo que es ser doula.

Ana, fisiodoula en Madrid.
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