Un regalo para mi vida
Soy actriz y estuve de gira hasta los 7 meses de embarazo, felizmente mi estado era bueno y mi prominente barriga le daba al personaje, un aspecto formidable. Pero una vez cumplidos los 7 meses me di de baja y me dediqué exclusivamente a mi embarazo, a prepararme para el parto que deseaba tener. Un parto de baja intervención, natural, alegre, para resumir: un parto con dolor y sonrisas.
Lo que yo no sabía hasta entonces era que podía contar con alguien más, además de mi marido, en el parto. Una matrona amiga, que nos ayudó a mi marido y a mí a prepararnos para el parto que he descrito me explicó lo que eran las doulas y cuando me notó interesada me recomendó a una de su entera confianza. Ana.
Fue como un regalo para mí. Y sé que también para mi marido que desde que la contratamos se llenó de confianza, y sé que también es muy especial para mi hijo. Aquel que nació frente a sus ojos, pero sobre todo, y en esto me vuelvo posesiva, ha sido un regalo para mí. Para mi vida.
Las sesiones que tuvimos los últimos dos meses de mi embarazo fueron mágicas y femeninas. Y la relación que surgió entonces perdura hoy, casi tres años después.
Su trabajo durante el parto fue importante y múltiple. Me acompañó desde que confirmé que estaba con contracciones reales y me recordaba cada poco lo preparada que estaba para dar a luz, etc.
Dio instrucciones en mi casa sobre qué alimentos me vendrían bien y a mi marido le ayudó a controlar las torpezas que su nerviosismo le hacía cometer (estaba muy gracioso, la verdad). En el hospital fue una leona. Si bien el personal sanitario fue receptivo y cuidadoso con mi plan de parto desde el principio, ella vigilaba que nadie se saltara nada o que me molestaran con protocolos innecesarios. Una leona jajajaja.
Pasamos toda la noche en el hospital, fue un trabajo de parto largo y lento, y mientras mi marido se dormía en una butaca, agotado a más no poder, ella me daba la mano, apoyo, agua y chocolates a cada pedido mío. Que mi pareja descansara un poco fue fundamental porque el parto fue en la mañana y pudo acompañarme con fuerzas renovadas durante el expulsivo. Así estábamos: él sentado fuera de la bañera, yo dentro (pero recostada de él) y Ana dando vueltas alrededor. Susurrándome frases que me inyectaban de seguridad en cada momento. Manejaba las luces y el equipo de música a su antojo y con total acierto. Colocaba las canciones que yo había elegido semanas antes creando una atmósfera ideal. Y si la matrona de turno decía algo que ella creía le faltaba concreción, me lo traducía con palabras fantásticas, salidas de ese mundo tribal y femenino que se crea en un momento tan mágico como el del parto.
Y así nació Guillermo. Bajo las atentas miradas de su padre, el personal sanitario y mi adorada Ana, que lo amó desde el primer segundo de vida, tanto como yo. Fue ella quien cortó nuestro cordón umbilical físico (el otro es eterno e irrompible), asegurándose que había dejado de latir y con gran dominio.
Nuestras vidas han seguido unidas gracias al acompañamiento que hizo de la lactancia y de los siguientes desayunos que seguimos organizando de vez en cuando y con cualquier excusa.
Y por último, y no menos importante, porque Ana es fisioterapeuta especialista en suelo pélvico y ha sido gracias a sus conocimientos que recuperé y fortalecí esta parte tan importante de la fisiología femenina. En sus grupos de trabajo he sido muy feliz. He reído hasta las lágrimas y he aprendido mucho. Generalmente voy a clases con mi hijo y el entorno maternal, cómplice y femenino que se genera en sus clases son un momento inigualable de la semana. Será por eso que ninguna quiere abandonar sus clases jajajajaja
Gracias, Cris, por traer a Ana a mi vida.
Gracias, Ana, por ser una parte importante de mi vida como madre.
- Beatriz
- Historia de mi suelo pélvico